miércoles, 15 de febrero de 2017

De príncipes y princesas. Un cuento moderno.


Había una vez una princesa que harta de buscar al príncipe en la calle decidió buscarlo en una página de citas.


Era bastante más cómodo que salir a buscarlo fuera. No tenía que pasarse una hora arreglándose, ni competir con las princesas de otros reinos.


Bastaba buscar en su i-phone unas pocas fotos donde saliera divina y colocarlas en aquella página.


No era muy fotogénica a pesar de no ser fea. Por suerte, la tecnología se aliaba con ella una vez más.


Seleccionó las cinco fotos que más le gustaban. Unos filtros, unos retoques y... woola!


A la hora siguiente ya tenía veinticinco príncipes solicitando audiencia.


El subidón era total y salió a trabajar con una sonrisa de oreja a oreja.


Esperaba que llegara la noche para poder hacer una criba de sus pretendientes y empezar a hablar con alguno.


Encontró a un candidato que le gustaba: leía poesía, le gustaba cenar a la luz de las velas, hacer barbacoas y los vegetales. Decía que era deportista y que aún creía en el amor. En su foto de perfil parecía un sapo porque era bastante feo, pero pensó q tal vez un beso lo convertiría en príncipe.
La verdad es que el físico nunca le había importado demasiado y no soportaba a los tipos de gimnasio luciendo abdominales en el espejo del baño. Nunca tendría una relación con alguien que se mirase al espejo más que ella...
Comenzaron a hablar y sin darse cuenta les dieron las dos de la madrugada.


El chico era inteligente, tenía un sentido del humor efervescente y era bastante descarado.


Le habían advertido que la mayoría de los sujetos de aquella página solo querían un vis a vis y el chico había ido al grano tratando de quedar en la primera conversación.


Ella mantuvo la tensión un par de días: Que si había quedado con un amigo un día, que si iba a salir con sus amigas, que si hoy prefería quedarse en casa... No pensaba ponérselo tan fácil...Ella era una princesa, no una cortesana.
Él se mantuvo obstinado y cuando ella vio que el interés era real dio luz verde al siguiente paso.


Quedaron una noche de viernes: El plan era tomar algo en plan tranquilo y charlar un rato.


Estaba nerviosa. Se había cambiado de ropa cinco veces para terminar con unos vaqueros de lo más normales. Eso sí, por debajo llevaba lencería fina, no fuera a ser que el chico le gustará más de la cuenta y la encontrará con la braga-faja.


La primera impresión al verle no fue buena. Tenía la voz ronca y era más feo que en las fotos. Se había equivocado de lugar al recogerla. Y no paraba de hablar de la fiesta que se había pegado con sus colegas el fin de semana anterior.


A punto estuvo de pedirle que diera la vuelta y la dejara en su casa, pero decidió darle una oportunidad. Al fin y al cabo, ella también estaba nerviosa y más borde de la cuenta.


Él la llevo a una terraza de playa donde todo el mundo le saludaba y ella notó como la radiografiaban al entrar.


Una vez que se relajaron la conversación empezó a normalizarse. Empezó a ver en aquel personaje al chico que la había encandilado por su simpatía y su conversación rápida e inteligente.


Él propuso dar un paseo, pero pronto pareció aburrirse al ver que ella guardaba las distancias. Entonces cambio de estrategia. Se veía que era un especialista en cortejar princesas, tenía pinta de haber usado bastante la página de citas.


Acabaron por ir al bar donde se reunían sus amigos. Todos eran bastante majos y pronto se sintió integrada en el grupo.


En el transcurso de la noche descubrió de su príncipe varias cosas:


Al susodicho le gustaban mucho los vegetales, sobre todo se los fumaba en canuto...


Bebía dos litros al día, pero de cerveza.


La salchicha se la comió ella bien ahumada en un polvo rápido en el baño a la luz de una bombilla que parpadeaba. (Ese era el tipo de barbacoa que a él le gustaba).


El chico era un gran deportista y estaba en forma. Lo demostró claramente bailando después del escarceo con todas las campesinas del reino mientras ella bebía una copa detrás de otra sentada con sus amigos.


Cuando volvió a su lado hizo gala del poeta que llevaba dentro y en un alarde de romanticismo le dijo mirándole a los ojos: - ¿Sabes que tienes un coño precioso?-


Estaba claro que el chico buscaba el amor, pero no era el mismo amor que ella buscaba.


Se quedó por educación y se despidió haciendo un esfuerzo con dos besos cuando él la llevo de vuelta a casa.


Nunca más volvió a verlo y decidió que mientras encontraba al príncipe disfrutaría de los sapos. Eso sí, buscaría uno que supiera usar la lengua y que la tuviera bien larga. Uno que por lo menos la tratará como la princesa que ella era.


Al fin y al cabo, había muchos hombres en el mundo. Como solía decirse: ¡El amor está en el aire! ¿O era en la red?...

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 la salchicha se la comió ella en una barbacoa sin parrilla a la luz del baño donde tomaron cervezas hasta perder la cuenta... y el momento álgido de la noche fue, cuando haciendo gala del poeta que llevaba dentro, él le susurro al oído:
- tienes un c_ñ_ precioso...-
A lo que ella contestó:
- desde luego eres todo un romántico...-
La princesa y el sapo se fueron cada uno por su lado y nunca más volvieron a hablarse.
y la princesa aprendió dos cosas:
- un sapo siempre será un sapo, por mucho que le beses nunca va a convertirse en príncipe...
- No busques un príncipe en badoo, allí solo encontraras un polvo rápido...
Bueno, aprendió algo más: si te vas a conformar con un sapo mientras llega el príncipe, busca uno que sepa usar bien la lengua!!!

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