Había en el mar dos hombres. No
eran muy distintos uno de otro. Los dos esperaban sobre sus tablas de surf que
llegara una ola y luego en el momento justo se daban impulso y se ponían en
pie.
Jugaban con el mar, dejando que deslizara
sus tablas, sintiendo su fricción, luchando por no sucumbir al tambaleo y caer
sin remedio en la vorágine de espuma.
Cada día, al amanecer, llegaban
con su coche y aparcaban sus preocupaciones para vestir su traje de luces, solo
que era un traje negro y de neopreno, pero siendo negro refulgía pues alumbraba
el sueño de sentirse libres.
Un buen día, después de mucho
tiempo surfeando uno al lado del otro, algo cambió.
Mientras uno de los hombres
seguía cogiendo cada ola con presteza y disfrutando del mar, el otro se
mantenía sobre su tabla inmóvil en el mismo punto. Así pasó el día, sin moverse,
observando cada ola que se acercaba, pero sin decidirse a cogerla. Y después de
ese día vinieron más días y todos y cada uno de ellos eran iguales: un hombre
surfeaba, mientras que el otro se mantenía sobre su tabla observando cada ola
acercarse pero sin cabalgar sobre ninguna.
El otro hombre, observando el
cambio le preguntó sin comprenderlo:
- ¿Que te ocurre? ¿Por qué no
coges ninguna ola?
- Espero la ola perfecta – dijo simplemente
El hombre se quedó junto a él un
rato, imitando a su compañero, pero enseguida avisto una ola de metro y medio
que se le antojaba irresistible y cuando estaba a su altura se impulsó nadando
sobre su tabla y la surfeo hasta la orilla.
Era una buena ola, entraba sin
viento con un punto de picado y llegaba a la orilla sin terminar de romper. El
hombre la cabalgó entusiasmado, disfrutando de la velocidad, de la espuma que
levantaba con cada quiebro y de la sensación de libertad.
Cuando volvió junto a su amigo le
miró y le dijo:
- Era una buena ola, ¿Por qué no
la has cogido?
- Ya te lo dije – contestó éste –
espero la ola perfecta...
Pasaron los días, los meses y la
ola perfecta no llegaba. Cada día se pintaba el mismo cuadro en la playa: dos
hombres sobre sus tablas, uno surfeando y el otro esperando.
Un día de calma chicha, cuando
los dos hombres llegaron a la playa y vieron que no había olas, el hombre que
normalmente surfeaba no se cambió. El otro se puso el traje dispuesto a meterse
en el agua.
- Hoy no hay olas – repuso el que
se marchaba – dudo que encuentres tu ola perfecta.
- Puede ser – dijo el otro – Pero
si no entro en el mar y luego hay olas, puede que pierda la oportunidad de
encontrarla y llevo demasiado tiempo esperando.
El hombre se metió en el agua y
espero todo el día, pero su ola perfecta no llego.
Pasado un tiempo, un buen día,
cuando los dos hombres estaban en el mar una tormenta se presentó de repente.
El mar empezó a picarse y cuando
el viento paró llego la ola perfecta. Era la ola más grande que nunca habían
visto y los dos hombres nadaron con todas sus fuerzas tratando de no perder la
cresta que empezaba a formarse.
De pronto, estaban inmersos en un
tubo de agua y durante varios minutos se deslizaron dentro del mar,
aprovechando el vacío que quedaba entre el monstruo marino sobre el que
cabalgaban y la superficie de agua que desaparecía bajo sus tablas.
Los dos hombres disfrutaron de
aquella ola y llegaron a la par a la orilla.
Se abrazaron contentos de haber
compartido aquel momento y cada uno se fue a su casa.
Por fin la ola perfecta había
llegado – pensaba el surfista que tanto tiempo había esperado el momento.
Ha sido una pasada – pensaba su
amigo.
Al final, los dos hombres habían
cabalgado sobre la ola perfecta: El que esperaba y el que había disfrutado de
las olas más pequeñas que la playa le presentaba cada día.
Todos los derechos de autor registrados - LA GRAN OLA
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