sábado, 15 de noviembre de 2014

Una historia para pensar: La gran ola


Había en el mar dos hombres. No eran muy distintos uno de otro. Los dos esperaban sobre sus tablas de surf que llegara una ola y luego en el momento justo se daban impulso y se ponían en pie.
Jugaban con el mar, dejando que deslizara sus tablas, sintiendo su fricción, luchando por no sucumbir al tambaleo y caer sin remedio en la vorágine de espuma.
Cada día, al amanecer, llegaban con su coche y aparcaban sus preocupaciones para vestir su traje de luces, solo que era un traje negro y de neopreno, pero siendo negro refulgía pues alumbraba el sueño de sentirse libres.
Un buen día, después de mucho tiempo surfeando uno al lado del otro, algo cambió.
Mientras uno de los hombres seguía cogiendo cada ola con presteza y disfrutando del mar, el otro se mantenía sobre su tabla inmóvil en el mismo punto. Así pasó el día, sin moverse, observando cada ola que se acercaba, pero sin decidirse a cogerla. Y después de ese día vinieron más días y todos y cada uno de ellos eran iguales: un hombre surfeaba, mientras que el otro se mantenía sobre su tabla observando cada ola acercarse pero sin cabalgar sobre ninguna.
El otro hombre, observando el cambio le preguntó sin comprenderlo:
- ¿Que te ocurre? ¿Por qué no coges ninguna ola?
- Espero la ola perfecta – dijo simplemente
El hombre se quedó junto a él un rato, imitando a su compañero, pero enseguida avisto una ola de metro y medio que se le antojaba irresistible y cuando estaba a su altura se impulsó nadando sobre su tabla y la surfeo hasta la orilla.
Era una buena ola, entraba sin viento con un punto de picado y llegaba a la orilla sin terminar de romper. El hombre la cabalgó entusiasmado, disfrutando de la velocidad, de la espuma que levantaba con cada quiebro y de la sensación de libertad.
Cuando volvió junto a su amigo le miró y le dijo:
- Era una buena ola, ¿Por qué no la has cogido?
- Ya te lo dije – contestó éste – espero la ola perfecta...

Pasaron los días, los meses y la ola perfecta no llegaba. Cada día se pintaba el mismo cuadro en la playa: dos hombres sobre sus tablas, uno surfeando y el otro esperando.
Un día de calma chicha, cuando los dos hombres llegaron a la playa y vieron que no había olas, el hombre que normalmente surfeaba no se cambió. El otro se puso el traje dispuesto a meterse en el agua.
- Hoy no hay olas – repuso el que se marchaba – dudo que encuentres tu ola perfecta.
- Puede ser – dijo el otro – Pero si no entro en el mar y luego hay olas, puede que pierda la oportunidad de encontrarla y llevo demasiado tiempo esperando.
El hombre se metió en el agua y espero todo el día, pero su ola perfecta no llego.
Pasado un tiempo, un buen día, cuando los dos hombres estaban en el mar una tormenta se presentó de repente.
El mar empezó a picarse y cuando el viento paró llego la ola perfecta. Era la ola más grande que nunca habían visto y los dos hombres nadaron con todas sus fuerzas tratando de no perder la cresta que empezaba a formarse.
De pronto, estaban inmersos en un tubo de agua y durante varios minutos se deslizaron dentro del mar, aprovechando el vacío que quedaba entre el monstruo marino sobre el que cabalgaban y la superficie de agua que desaparecía bajo sus tablas.
Los dos hombres disfrutaron de aquella ola y llegaron a la par a la orilla.
Se abrazaron contentos de haber compartido aquel momento y cada uno se fue a su casa.
Por fin la ola perfecta había llegado – pensaba el surfista que tanto tiempo había esperado el momento.
Ha sido una pasada – pensaba su amigo.
Al final, los dos hombres habían cabalgado sobre la ola perfecta: El que esperaba y el que había disfrutado de las olas más pequeñas que la playa le presentaba cada día.


                                 
                                 Todos los derechos de autor registrados - LA GRAN OLA    

 

jueves, 13 de noviembre de 2014

Empecemos por el principio


En otra vida fui hombre.
Él me miro sorprendido a la par que divertido.

- ¿Qué clase de hombre?- preguntó
- Un nómada, pero no un pastor que busca pastos frescos para su rebaño, fui un caminante –dije dejando fluir una fuerza interior que no sabría explicar de dónde salía.
- ¿Y a dónde ibas?
- Buscaba respuestas...-contesté sin pensar
La atmosfera era mágica. El tintineo de la luz de la vela que bailaba proyectando sombras en la pared y la botella de vino rosado que se vaciaba a cada sorbo contribuía a que ni él se extrañara de aquel comentario, ni yo pusiera freno a ese torrente de sensibilidad que me conectaba con un pasado remoto que dentro de mí tenía la certeza de que había existido.
- Ummm, un buscador de respuestas...-meditó mientras daba un sorbito a su copa- un peregrino, ¿tal vez?- preguntó
- No, solo un hombre en busca de respuestas
- ¿Respuestas a que preguntas?
- No lo sé- contesté pensativa – tal vez tampoco lo sabía entonces...
Me miró atento, mirándome por dentro, desnudándome el alma, en uno de esos momentos de conexión sin palabras. Era extraño aquel comentario viniendo de una persona que no cree en el más allá, ni siquiera en dios, pero a él no le extraño y simplemente añadió:
- Pues yo en otra vida era guía...
- ¿Dónde vivías y a quien guiabas? – le pregunté
- Vivía en el desierto y guiaba a las personas a través de él.
- Yo pase por ese desierto y tú me guiaste, estoy segura.
Apuramos nuestras copas en silencio y durante un rato ninguno dijo nada. Creo que cada cual estaba sumido en sus pensamientos. Yo puedo decir que en ese momento sentía vívidamente las sensaciones que vivía otra persona. No era yo, era él: Asinai.
Tras un largo paréntesis sin pronunciar palabra, Sergio rompió el silencio
- Pero..., ¿Eras hombre o mujer?
- Era un hombre -  dije yo.
- Entonces..., ¿¡¡¡en el pasado éramos gays!!!? – dijo él riendo divertido
- En el pasado no estaba mal visto que dos hombres intimaran, sino fíjate en los romanos..., le daban a la carne y al pescado y bien que se lo pasaban – contesté con picardía.
- me gusta la idea de que en otra vida estuvimos juntos...
- Quien sabe, tal vez solo fuimos amigos...- dije dubitativa
- Tengo suerte que en esta vida te haya tocado ser mujer – repuso riendo mientras me empezaba a desabotonar la camisa.