Voy a caminar sobre cristales rotos,
con los pies descalzos,
hasta desangrarme gota a gota.
Hasta que mi sangre tiña de rojo las alfombras,
y con ella se pierda el veneno de tus sombras...
Voy a desbordarme en lágrimas,
vaciando mares,
hasta derramarme y convertirme en un desierto.
Hasta que se cansen mis ojos de soñarte,
y dejen mis manos vacías de anhelarte...
Voy a desgarrarme la carne con filos cortantes,
con las yemas desolladas,
hasta que me arranque a piel a tiras tu recuerdo.
Hasta que se borren las huellas de mis sesos,
y ya no se estremezca mi cuerpo al recordar tus besos...
Voy a acuchillar a la esperanza hasta matarla,
apaleando el alma,
hasta hacerla polvo y que de ella quede nada.
Hasta que las ascuas de la hoguera tengan frio,
y se seque el agua que transporta el rio...
Voy a matarme poco a poco,
en cada letra,
hasta que ningún verso te cuente.
Hasta que quede solo un corazón inerte,
y ya no sea tu voz ronca un eco dentro de mi mente...
Voy a morir entera,
en cuerpo latente,
hasta quebrar los huesos.
Hasta que deje de amarte locamente,
y tu rostro se convierta en recuerdo ausente...
Pues por mucho que invito al olvido no viene,
y no pienso convertir mi amor en odio,
pues el odio amor contiene,
y no mereces ese podio.
Prefiero morir despacio,
conservando fiel mis votos,
agonizando silenciosa en el espacio,
bailando sobre los cristales rotos.
Si no hay males que duren más que yo,
moriré entonces para matarte...
y cuando despierte al alba ya no seré yo,
seré otra que nunca más volverá a amarte.
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