domingo, 11 de octubre de 2015

Reflexiones y divagaciones varias: Acerca de la obsolescencia programada


Llevo unos días pensando acerca de la obsolescencia programada.
Este término engloba a productos cómo una bombilla o una lavadora. Son productos que nos hacen la vida más fácil y que fabrican con fecha de caducidad.
Todos sabemos que la vida útil de nuestra lavadora es de 10 años aproximadamente y asumimos que una vez transcurrido ese tiempo tendremos que comprar otra lavadora. Pero raramente nos paramos a pensar que todos esos productos son fabricados a propósito para que se estropeen transcurrido un tiempo.
Poseemos la tecnología suficiente para fabricar productos perdurables de manera infinita y sin embargo los fabricamos para que se rompan.
Los fabricantes postulan con bastante lógica, qué si nuestra lavadora no se rompiera nunca, las fábricas de electrodomésticos se irían a la quiebra porque llegaría un momento en que todos habríamos adquirido ya una lavadora.
Sin embargo, estoy segura de que muchas de las personas que ya tienen una lavadora, llevados por el consumismo, querrían cambiarla por una más moderna, más silenciosa y con más prestaciones aunque su lavadora fuera eternamente perdurable.
La pregunta es: ¿realmente supondría un problema tan grande para la industria que se eliminará la obsolescencia programada? Es difícil determinar lo que pasaría si rompiéramos la cadena comprar – tirar – comprar…
Desde luego, tal vez la industria se vería un poco perjudicada, pero nuestro planeta nos lo agradecería: Todos esos tirar, tirar, tirar, tirar producen una cantidad de residuos inabarcables. Estos residuos en la mayoría de los casos son desechados por la puerta trasera del primer mundo y acaban en los países pobres. Al final, nuestra basura contamina sus ríos y su agua potable que es lo poco que tienen para vivir… No me parece muy justo…
Pero bueno, el motivo de este post no es dar mi opinión sobre si que los residuos que generamos de manera irresponsable acaben contaminando los recursos de los que tienen menos es justo o no…
La reflexión sobre la obsolescencia programada me ha llevado a pensar en este término aplicado a los seres humanos.
La ciencia y la tecnología cada vez avanzan más. Llegará un momento en que sea capaz de curar el cuerpo ante cualquier enfermedad y hacerlo perdurable infinitamente. La pregunta es: ¿cuál será el siguiente paso?
Si la medicina avanza al punto de duplicar o triplicar nuestra esperanza de vida, o incluso consigue hallar la fórmula de la inmortalidad…¿Qué pasará después?
Los recursos son limitados, los naturales, energéticos y el espacio del que disponemos. Si aplicando los avances conseguimos ser perdurables y seguimos procreando y generando vida llegaría un momento en que la masificación haría invivible nuestro planeta y sería imposible que los recursos de que disponemos llegarán para todos.
Aun cuando invariantemente sepa que estos progresos sólo se aplicarían a un porcentaje de la población, digamos, los países ricos, esto supondría una debacle…entonces…¿Tendríamos que incluir en nuestro cuerpo un mecanismo que nos dotará de obsolescencia programada? Es decir, ¿Deberíamos marcar una fecha de caducidad a la vida que limitará nuestra existencia aun teniendo los medios para ser infinitamente perdurables?
Por momentos me da la impresión de que lo estamos haciendo al revés. Generamos residuos innecesarios en post de nuestra economía y en contra de nuestro medio ambiente y a la vez aspiramos a ser infinitamente perdurables sin pararnos a pensar en los problemas que eso ocasionaría…
¿Dónde está el límite? Quien sabe…yo, desde luego, no.
Tal vez sería responsable empezar a pensar cómo repercutirán en el planeta todos nuestros avances… o empezar a plantearse incluir la obsolescencia programada dentro de nuestra especie de alguna manera…
 
Textos propiedad exclusiva del autor. Todos los derechos reservados

viernes, 2 de octubre de 2015

Microrrelato: Polvo de Mariposa


Apareció de repente. Vistió mi piel de mil colores, convirtiendo con su magia mis brazos y piernas en alas.
Volé liviana, sintiendo como el viento me daba en la cara.
Me deleité en la ingravided de mi cuerpo invertebrado. Hundiéndome en el placer del vacío de un cuerpo sin cuerpo. De una existencia sin grandes pretensiones. Sintiéndome agradecida de ser pequeña. De vivir una vida sin trascendencia ni existencialismos infructíferos de esos que no llevan a ningún lugar. Volando sin hacerme preguntas, disfrutando de la altura simplemente...
La luz me pareció más intensa, el cielo más azul, las flores inmensas ambrosías.

La vida se transformó en un lienzo pintado a grandes trazos, un cuadro esbozado sin apurar la técnica, sin pretender hacer una obra maestra, sólo disfrutando de pintar por el mero placer de descubrir los colores que el pincel esparcía en el papel.
Intenté anidar sin éxito en tu estómago. Aleteé, tratando de llamar tu atención y por un instante fugaz reparaste en mi presencia.

Luego volviste a sumirte en tus pensamientos, en tu vida magnánima. Una vida llena de grandes cosas que solo consiguen hacerte pequeño.

Y allí quedé yo...estando sin estar, siendo sin ser: convertida tan sólo en polvo de mariposa.
 
Textos propiedad exclusiva del autor. Todos los derechos reservados