martes, 17 de marzo de 2015

Reflexiones de una noche de insomnio: El paso del tiempo

Últimamente siento que el tiempo se me escurre entre los dedos. Cuando miro atrás me cuesta recordar como he llegado hasta aquí. Con sensación de vértigo no puedo dejar de pensar que el tiempo pasa demasiado rápido...Ya estoy cerca de los 35, demasiado cerca, y me encantaría decir que lo llevo bien, pero no sería cierto...
 
El tiempo me ha convertido en una persona madura, o casi (por suerte aún conservo algo de esa niña caprichosa, terca e impulsiva que un día fui y que espero no perder nunca) y cuando me miro al espejo me gusta lo que veo por fuera, pero sobre todo me gusta lo que veo por dentro.
 
Me gusta la persona en la que me he convertido. El tiempo me ha enseñado que en la vida lo que cuenta es precisamente vivir la vida.
 
Con 20 años me preocupaba mi futuro. Ahora rozando los 35 solo me preocupa vivir el presente, seguramente porque he comprendido que el futuro no existe. El mañana es un concepto ilusorio porque nunca llega y pasarte la vida pensando o viviendo en función de lo que pasara mañana es un engaño.
 
He aprendido que el trabajo es un medio para conseguir vivir la vida, pero no un fin. Durante muchos años estuve obsesionada con la autorrealización y pensar en trabajar de camarera de por vida me parecía el peor de los castigos: seria desaprovechar mi potencial, pensaba. Me considero una persona con capacidad suficiente para realizar cualquier trabajo, el tiempo me ha demostrado que hago bien cualquier cosa que me propongo, y sin embargo 15 años después vuelvo al comienzo.
 
Solo que esta vez he descubierto que me gusta trabajar de camarera, que disfruto más sirviendo cafés que estando ocho horas sentada en la oficina. Tal vez porque ahora ya no necesito demostrar nada a nadie...Me basta con saber de lo que soy capaz y valorar a las personas por su trabajo no entra dentro de mis esquemas.
 
El tiempo me ha enseñado a valorar a las personas por lo que son, no por su apariencia, ni por su trabajo, ni por lo que dicen, ni por lo que piensan... solamente por lo que son.
 
He aprendido a mirar a todo el mundo con mente abierta y a no juzgar a nadie por lo que dice, piensa o hace. Solamente me interesa lo que las personas tienen dentro y eso me ha hecho respetar sinceramente a todo el mundo y entender que todos se merecen una oportunidad. Y no lo digo desde la hipocresía del que dice: "yo respeto a todo el mundo, cada uno que haga lo que quiera", lo digo desde un sentimiento que nace de dentro.
 
Tengo claro que no quiero personas toxicas en mi vida y cuando me encuentro con alguna la saco de ella sin dudar. El tiempo me ha enseñado a decir "si" cuando quiero decir "si" y a decir "no" cuando quiero decir "no".
 
Siempre he sido una persona sin pelos en la lengua, pero he aprendido a decir lo que pienso sin herir a los demás.
 
La vida me ha enseñado a ver siempre el vaso medio lleno y a afrontar los problemas con una sonrisa, porque por mucho que uno llore las lágrimas no solucionan nada.
 
He aprendido que me engañaron: que trabajar duro, renunciar a cosas, luchar sin parar hasta quedar sin aliento no siempre conduce al éxito. Muchas de las cosas que nos pasan no dependen de nosotros. Nos hacen creer que tenemos el timón de nuestras vidas, que nosotros somos los dueños de nuestro destino, pero en realidad somos solo hormigas en un hormiguero. La suerte y el azar marcan más nuestras vidas que todos nuestros actos juntos.
 
Nos llenan la cabeza con sueños de grandeza que pasan por tener el coche más grande, la casa más grande, el vestido más caro o el mayor número de amigos en Facebook y se olvidan de decirnos que el precio de conseguir todo eso es la perdida de nuestro tiempo. Los años corren y cuando conseguimos todo lo que en teoría nos hace ser grandes, nos damos cuenta de que en el fondo somos pequeños...
 
Por fortuna, en mi caso la suerte juega a mi favor y nunca he perdido de vista que lo más importante de mi vida son las personas que tengo a mi lado.
 
Siempre he sabido disfrutar de las pequeñas cosas y no han conseguido inocularme las ansias de grandeza, seguramente porque siempre he tenido presente que estoy aquí de paso y porque en el fondo tengo un poco alma de hippie.
He aprendido a aceptarme, a quererme, a sentirme satisfecha de mi misma, a no exigirme ser perfecta, a pedir perdón cuando cometo un error, a perdonar cuando me hieren, a mantener a raya mi competitividad, a disfrutar de las cosas que tengo a mi alcance, a disfrutar del sexo...
 
Y es precisamente por todo eso por lo que llevo mal cumplir años..., noto como la vida se me escapa.
 
Al mirar atrás, solo me arrepiento de aquellas cosas que no hice: me arrepiento de no haber salido más, no haberme emborrachado más, no haber ido a mas conciertos,  no haber tenido más sexo salvaje , no haber viajado más, no haber pasado más noches en vela conversando... la juventud se me escapa y con ella la intensidad de todas esas cosas que uno solo puede vivir intensamente cuando es joven.
 
En consecuencia, he aprendido que la vida para que sea vida hay que vivirla. Dentro de diez años cuando mire atrás, espero poder decir que he aprendido a no arrepentirme de las cosas que no hice, porque hice todo lo que quise hacer.
 
De momento estoy cumpliendo sueños. He empezado el año haciendo dos cosas que me hacen feliz: escribir y aprender a hacer surf.
 
Rozando los 35 me siento plena, feliz, llena de energía, en un estado de forma espectacular, me siento afortunada por tener lo que tengo: mi familia, mis amigos y mis sueños.
 
Así que seguiré sonriéndole a la vida sin esperar que ella me devuelva la sonrisa, siempre sonriendo, aunque me salgan arrugas.