Últimamente siento que el tiempo se me
escurre entre los dedos. Cuando miro atrás me cuesta recordar como he llegado
hasta aquí. Con sensación de vértigo no puedo dejar de pensar que el tiempo
pasa demasiado rápido...Ya estoy cerca de los 35, demasiado cerca, y me
encantaría decir que lo llevo bien, pero no sería cierto...
El tiempo me ha convertido en una persona madura,
o casi (por suerte aún conservo algo de esa niña caprichosa, terca e impulsiva
que un día fui y que espero no perder nunca) y cuando me miro al espejo me
gusta lo que veo por fuera, pero sobre todo me gusta lo que veo por dentro.
Me gusta la persona en la que me he convertido.
El tiempo me ha enseñado que en la vida lo que cuenta es precisamente vivir la
vida.
Con 20 años me preocupaba mi futuro. Ahora rozando
los 35 solo me preocupa vivir el presente, seguramente porque he comprendido
que el futuro no existe. El mañana es un concepto ilusorio porque nunca llega y
pasarte la vida pensando o viviendo en función de lo que pasara mañana es un
engaño.
He aprendido que el trabajo es un medio para
conseguir vivir la vida, pero no un fin. Durante muchos años estuve obsesionada
con la autorrealización y pensar en trabajar de camarera de por vida me parecía
el peor de los castigos: seria desaprovechar mi potencial, pensaba. Me
considero una persona con capacidad suficiente para realizar cualquier trabajo,
el tiempo me ha demostrado que hago bien cualquier cosa que me propongo, y sin
embargo 15 años después vuelvo al comienzo.
Solo que esta vez he descubierto que me gusta
trabajar de camarera, que disfruto más sirviendo cafés que estando ocho
horas sentada en la oficina. Tal vez porque ahora ya no necesito demostrar nada
a nadie...Me basta con saber de lo que soy capaz y valorar a las
personas por su trabajo no entra dentro de mis esquemas.
El tiempo me ha enseñado a valorar a las personas
por lo que son, no por su apariencia, ni por su trabajo, ni por lo que dicen,
ni por lo que piensan... solamente por lo que son.
He aprendido a mirar a todo el mundo con mente
abierta y a no juzgar a nadie por lo que dice, piensa o hace. Solamente me
interesa lo que las personas tienen dentro y eso me ha hecho respetar
sinceramente a todo el mundo y entender que todos se merecen una oportunidad. Y
no lo digo desde la hipocresía del que dice: "yo respeto a todo el mundo,
cada uno que haga lo que quiera", lo digo desde un sentimiento que nace de
dentro.
Tengo claro que no quiero personas toxicas en mi
vida y cuando me encuentro con alguna la saco de ella sin dudar. El tiempo me
ha enseñado a decir "si" cuando quiero decir "si" y a
decir "no" cuando quiero decir "no".
Siempre he sido una persona sin pelos en la
lengua, pero he aprendido a decir lo que pienso sin herir a los demás.
La vida me ha enseñado a ver siempre el vaso
medio lleno y a afrontar los problemas con una sonrisa, porque por mucho que
uno llore las lágrimas no solucionan nada.
He aprendido que me engañaron: que trabajar duro,
renunciar a cosas, luchar sin parar hasta quedar sin aliento no siempre conduce
al éxito. Muchas de las cosas que nos pasan no dependen de nosotros. Nos hacen
creer que tenemos el timón de nuestras vidas, que nosotros somos los dueños de
nuestro destino, pero en realidad somos solo hormigas en un hormiguero. La
suerte y el azar marcan más nuestras vidas que todos nuestros actos juntos.
Nos llenan la cabeza con sueños de grandeza que
pasan por tener el coche más grande, la casa más grande, el vestido más caro
o el mayor número de amigos en Facebook y se olvidan de decirnos que el
precio de conseguir todo eso es la perdida de nuestro tiempo. Los años corren y
cuando conseguimos todo lo que en teoría nos hace ser grandes, nos damos
cuenta de que en el fondo somos pequeños...
Por fortuna, en mi caso la suerte juega a mi favor
y nunca he perdido de vista que lo más importante de mi vida son las personas
que tengo a mi lado.
Siempre he sabido disfrutar de las pequeñas cosas
y no han conseguido inocularme las ansias de grandeza, seguramente porque siempre he tenido presente que estoy aquí de paso y porque en el fondo tengo un poco alma de
hippie.
He aprendido a aceptarme, a quererme, a sentirme
satisfecha de mi misma, a no exigirme ser perfecta, a pedir perdón cuando
cometo un error, a perdonar cuando me hieren, a mantener a raya mi
competitividad, a disfrutar de las cosas que tengo a mi alcance, a disfrutar
del sexo...
Y es precisamente por todo eso por lo que
llevo mal cumplir años..., noto como la vida se me escapa.
Al mirar atrás, solo me arrepiento de aquellas
cosas que no hice: me arrepiento de no haber salido más, no haberme
emborrachado más, no haber ido a mas conciertos, no haber tenido más sexo
salvaje , no haber viajado más, no haber pasado más noches en
vela conversando... la juventud se me escapa y con ella la intensidad
de todas esas cosas que uno solo puede vivir intensamente cuando es joven.
En consecuencia, he aprendido que la vida para
que sea vida hay que vivirla. Dentro de diez años cuando mire atrás, espero
poder decir que he aprendido a no arrepentirme de las cosas que no
hice, porque hice todo lo que quise hacer.
De momento estoy cumpliendo sueños. He empezado
el año haciendo dos cosas que me hacen feliz: escribir y aprender a hacer surf.
Rozando los 35 me siento plena, feliz, llena de
energía, en un estado de forma espectacular, me siento afortunada por
tener lo que tengo: mi familia, mis amigos y mis sueños.
Así que seguiré sonriéndole a la vida sin esperar
que ella me devuelva la sonrisa, siempre sonriendo, aunque me salgan
arrugas.