lunes, 2 de marzo de 2020

Esperanza


El fuego solo quema si lo tocas.
No te alejes de la llama o morirás de frío.
El invierno es muy largo sin el calor de las mantas.
El verano insoportable enfundado en tu abrigo.
No tengas miedo de soñar a lo grande.
Que el ladrón del tiempo no te robe la llave.
Y que los seres pequeños no te ajusten la medida.
Prueba a abrir baúles, sótanos, buhardillas.
Hay umbrales oxidados y candados de mentira.
Pájaros plateados enredados en tu pelo.
Estrellas fugaces paseando en tus retinas.
Cometas adornando con lazos tus espinas.
Que no te asuste la sangre en las rodillas.
No te rindas. No desfallezcas. Camina.


Cárceles



¿Estás seguro de que soy libre?
Mírame. Aquí, con los ojos ensoñados.
Parezco un trozo de cielo azul.
Vestida por revistas.
Con pancartas en mi camisa que escriben otros.
Creyendo que el mensaje lo recito yo.
Con mi discurso aprendido en los libros que me enseñan.
Cuestionando las noticias de la tele con argumentos que leo en el periódico.
¿Crees de verdad que ha caído el muro?
Mira mis flores, son hermosas. Están llenas de ideas ajenas.
¿Acaso no ves mi burka invisible?


Detrás de los muros


Hay historias que no se cuentan.
Algunas son efímeras aunque no por ello superfluas.
Dejan huellas que la marea convierte en surcos.
Hay personas pintadas de colores vivos que se decoloran hasta desaparecer.
De fondo acendrado y contenido mondo.
Limadas como los cantos de una mesa.
Con clavos. Clavadas en cruces que se quitan para ir a dormir.
Disfrazadas de floreros huérfanos de flores.
Tocando melodías de sonido melifluo con guitarras sin cuerdas.
Personas de caras sin facciones. De ojos entregados a los cuervos.
De manos impolutas y bolsillos ensangrentados.
Cadáveres de gesto sonriente. Maniquís de saldo.
Hay personas que son lo que parecen y personas que parecen lo que no son.
Hay historias que no se cuentan.
Todas se esconden detrás de los muros.


Cubismo : Autorretrato


Figura descompuesta. Llena de aristas.
Dibujada con líneas infantiles. Ingenua.
Pintada de grises degradados.
Imagen decapada, compuesta de filos cortantes.
Angulosa, violenta, de belleza subjetiva.
Cebolla de mil capas resguardada del frío en lo profundo.
Escondida, disfrazada, con máscara de simpleza.
Carne humana transformada en trazos.
Inverosímil, solo descifrable en su conjunto.
Confusa...Como un cuadro de Juan Gris.


Poesía: "Lo diré bajito"


Lo diré bajito, en un silencio susurrado.
Tal vez así nadie me escuche.
Tal vez el eco de las palabras que no dije no me ensordezca.
A veces me pregunto si el abismo tiene suelo...
Asomada en este hueco, mirando hacia dentro, solo veo un cuerpo sin fondo.
No sabía que entraran tantas cosas entre la carne y los huesos...

Artículo: "Cuando la felicidad se convierte en un bien de consumo"

Hoy voy a escribir sobre la felicidad. 

Los medios de comunicación, la publicidad, los vendedores de servicios, los autores y las redes sociales han contribuido a hacer de la felicidad un objeto de deseo.


De pronto ser feliz se ha convertido en una obligación. -¿Qué no eres feliz?¿ Pero cómo va ser eso?-  ¡Cómprate un libro de autoayuda, vete al psicólogo, busca actividades intensas o medita!, pero hagas lo que hagas, muéstrate feliz y por supuesto publícalo en tu Facebook…porque sí, seamos sinceros, ahora ser feliz o buscar la felicidad está de moda, y si lo consigues y no lo compartes en redes entonces no existe.


Una vez creada la necesidad, ahora toca que el mercado juegue su juego y nos facilite el producto milagro. 

Nos venden la felicidad en forma de ritual psico-mágico, de frase milagrosa, o de elixir para conseguir estados de conciencia plena. Porque por supuesto nosotros debemos ser agentes de nuestra propia felicidad…La felicidad está dentro y el mercado nos vende las herramientas para conseguirla. Y tú tienes que ser feliz porque todo el mundo quiere ser feliz… Y si no eres feliz es que algo raro te pasa…

Los escritores reconvertidos en psicoterapeutas con libros de autoayuda, los psicólogos y si te descuidas hasta la de la manicura, todos ellos patentan métodos a los que sólo les cambian el nombre y utilizan un puñado de técnicas de terapias clásicas mezcladas con yoga o con hipnosis en el mejor de los casos, o con cualquier patochada de tres al cuarto que se les ocurra como ritual en el peor de los casos, para guiarnos por el camino a la felicidad...


Ahora es cuando muchos de mis amigos me dirán haciendo aspavientos y bastante irritados: ¡Pues a mí tal o cual método me ha funcionado perfectamente! y yo sonreiré y les diré: ¡Pues si a ti te ayuda y te hace sentir mejor, úsalo!


Este tipo de ayuda puede servir para personas que están pasando por pequeñas crisis, pero cuando la tristeza es profunda se necesita ayuda clínica (La depresión o la distimia persistente no se cura con psicomagia).


¿Y entonces?


Pues ahora voy a contaros algo que supone tirar piedras sobre mi propio tejado: La psicología como disciplina también se estudia a sí misma y ¿Sabéis que dicen los estudios? Los estudios que comparan distintas terapias, demuestran que un alto porcentaje de los pacientes/clientes que se someten a psicoterapia mejora con independencia del tipo de terapia. Eso significa que el mero hecho de acudir a terapia hace que la persona mejore, sin importar ni el contenido ni las condiciones de la misma. La expectativa de que acudir a un especialista va a hacer que mejore, milagrosamente consigue que se dé esa mejoría. Se llama efecto placebo.


¿¡Pero cómo puede ser eso!? os preguntareis… Pues porque todo es una mentira. La felicidad que nos venden y nosotros compramos es un espejismo. Es una reinterpretación de la realidad que podemos hacer nosotros mismos.


El problema viene cuando uno se obsesiona tanto con la felicidad que vive constantemente inmerso en este espejismo. Y más aún, cuando esta obsesión implica tener que mostrarse feliz delante del resto del mundo porque "por narices" hay que ser feliz.


Partamos de que la felicidad no es un estado. Es una emoción compleja formada por varios sentimientos como son la alegría, la tranquilidad, la ilusión, la paz, la emoción, el amor…La felicidad no es algo que pueda pensarse, es un sentimiento.

Y aunque se ha demostrado que cambiando los pensamientos se pueden inducir cambios en los sentimientos, estos sentimientos no pueden mantenerse constantemente.

Uno no puede ser feliz todo el rato. Además, no sería sano, psicológicamente hablando.


Necesitamos vivenciar nuestras emociones. La tristeza tiene una función para equilibrar nuestra mente, no es gratuita. 

Cuando estamos tristes tendemos a recogernos en nosotros mismos, nos aislamos, miramos hacía dentro y tomamos conciencia de nosotros. Esto es necesario para ver el mundo con perspectiva.
Es imposible crecer en lo personal sin crisis. Es precisamente la tormenta lo que desata nuestras fortalezas. Adquirimos la capacidad de resistir, de aceptarnos a nosotros mismos con nuestras sombras y luces, de pensar y contraponer nuestros valores o principios con nuestras acciones. En definitiva, las crisis nos hacen crecer emocionalmente. Nos cambian. Sacan de nosotros cosas que no conocíamos y nos enseñan a afrontar las situaciones de distinta manera.

No se trata de recrearse en el sufrimiento. "El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional" diría una típica frase de autoayuda...  Es verdad que no podemos pasarnos la vida lamiendo la herida y eso sí depende de nosotros, pero tampoco podemos hacer como si nada hubiera pasado y pasar por alto el dolor. 

Es inviable pretender superar una muerte de un ser querido o una ruptura con la persona que amamos con una sonrisa. Por muchas palabras mágicas o frases de autoayuda que utilicemos, si uno no saca el sentimiento de tristeza acaba viviendo superficialmente.

El problema principal viene cuando una persona compra el milagro de la felicidad, ese que ha salvado a millones de personas y resulta que después de un tiempo sigue sintiéndose igual de infeliz. Entonces busca otro producto que promete felicidad, pero el resultado final es el mismo: no se siente feliz. Y se pregunta angustiado: ¿Por qué no consigo ser feliz? Y acaba diciéndose a sí mismo: "Bueno, pues voy a aparentar ser feliz. Aunque eso suponga vivir mi vida superficialmente…Porque en el mundo actual no importa lo que somos, solo importa lo que aparentamos ser".


La pregunta que deberíamos hacernos es: ¿Y quién dice que tengo que ser feliz?


El mercado no puede procurarnos la felicidad. La felicidad no es un producto. Así que no dejes que te vendan la moto, porque la felicidad ni se compra, ni se vende.