Hoy voy a escribir sobre la felicidad.
Los medios de comunicación, la
publicidad, los vendedores de servicios, los autores y las redes sociales han
contribuido a hacer de la felicidad un objeto de deseo.
De pronto ser feliz se ha
convertido en una obligación. -¿Qué no eres feliz?¿ Pero cómo va ser eso?- ¡Cómprate un libro de autoayuda, vete al
psicólogo, busca actividades intensas o medita!, pero hagas lo que hagas, muéstrate
feliz y por supuesto publícalo en tu Facebook…porque sí, seamos sinceros, ahora
ser feliz o buscar la felicidad está de moda, y si lo consigues y no lo
compartes en redes entonces no existe.
Una vez creada la necesidad,
ahora toca que el mercado juegue su juego y nos facilite el producto milagro.
Nos venden la felicidad en forma
de ritual psico-mágico, de frase milagrosa, o de elixir para conseguir estados
de conciencia plena. Porque por supuesto nosotros debemos ser agentes de
nuestra propia felicidad…La felicidad está dentro y el mercado nos vende las
herramientas para conseguirla. Y tú tienes que ser feliz porque todo el mundo
quiere ser feliz… Y si no eres feliz es que algo raro te pasa…
Los escritores reconvertidos en
psicoterapeutas con libros de autoayuda, los psicólogos y si te descuidas hasta
la de la manicura, todos ellos patentan métodos a los que sólo les cambian el
nombre y utilizan un puñado de técnicas de terapias clásicas mezcladas con yoga
o con hipnosis en el mejor de los casos, o con cualquier patochada de tres al
cuarto que se les ocurra como ritual en el peor de los casos, para guiarnos por
el camino a la felicidad...
Ahora es cuando muchos de mis
amigos me dirán haciendo aspavientos y bastante irritados: ¡Pues a mí tal o
cual método me ha funcionado perfectamente! y yo sonreiré y les diré: ¡Pues si
a ti te ayuda y te hace sentir mejor, úsalo!
Este tipo de ayuda puede servir para personas que están pasando por pequeñas crisis, pero cuando la tristeza es profunda se necesita ayuda clínica (La depresión o la distimia persistente no se cura con psicomagia).
¿Y entonces?
Pues ahora voy a contaros algo
que supone tirar piedras sobre mi propio tejado: La psicología como disciplina
también se estudia a sí misma y ¿Sabéis que dicen los estudios? Los estudios
que comparan distintas terapias, demuestran que un alto porcentaje de los
pacientes/clientes que se someten a psicoterapia mejora con independencia del
tipo de terapia. Eso significa que el mero hecho de acudir a terapia hace que
la persona mejore, sin importar ni el contenido ni las condiciones de la misma.
La expectativa de que acudir a un especialista va a hacer que mejore,
milagrosamente consigue que se dé esa mejoría. Se llama efecto placebo.
¿¡Pero cómo puede ser eso!? os
preguntareis… Pues porque todo es una mentira. La felicidad que nos venden y
nosotros compramos es un espejismo. Es una reinterpretación de la realidad que
podemos hacer nosotros mismos.
El problema viene cuando uno se
obsesiona tanto con la felicidad que vive constantemente inmerso en este
espejismo. Y más aún, cuando esta obsesión implica tener que mostrarse feliz
delante del resto del mundo porque "por narices" hay que ser feliz.
Partamos de que la felicidad no
es un estado. Es una emoción compleja formada por varios sentimientos como son
la alegría, la tranquilidad, la ilusión, la paz, la emoción, el amor…La
felicidad no es algo que pueda pensarse, es un sentimiento.
Y aunque se ha demostrado que
cambiando los pensamientos se pueden inducir cambios en los sentimientos, estos
sentimientos no pueden mantenerse constantemente.
Uno no puede ser feliz todo el
rato. Además, no sería sano, psicológicamente hablando.
Necesitamos vivenciar nuestras
emociones. La tristeza tiene una función para equilibrar nuestra mente, no es
gratuita.
Cuando estamos tristes tendemos a
recogernos en nosotros mismos, nos aislamos, miramos hacía dentro y tomamos
conciencia de nosotros. Esto es necesario para ver el mundo con perspectiva.
Es imposible crecer en lo
personal sin crisis. Es precisamente la tormenta lo que desata nuestras fortalezas.
Adquirimos la capacidad de resistir, de aceptarnos a nosotros mismos con
nuestras sombras y luces, de pensar y contraponer nuestros valores o principios
con nuestras acciones. En definitiva, las crisis nos hacen crecer
emocionalmente. Nos cambian. Sacan de nosotros cosas que no conocíamos y nos
enseñan a afrontar las situaciones de distinta manera.
No se trata de recrearse en el
sufrimiento. "El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional"
diría una típica frase de autoayuda... Es verdad que no podemos pasarnos la vida
lamiendo la herida y eso sí depende de nosotros, pero tampoco podemos hacer
como si nada hubiera pasado y pasar por alto el dolor.
Es inviable pretender superar una
muerte de un ser querido o una ruptura con la persona que amamos con una
sonrisa. Por muchas palabras mágicas o frases de autoayuda que utilicemos, si
uno no saca el sentimiento de tristeza acaba viviendo superficialmente.
El problema principal viene
cuando una persona compra el milagro de la felicidad, ese que ha salvado a
millones de personas y resulta que después de un tiempo sigue sintiéndose igual
de infeliz. Entonces busca otro producto que promete felicidad, pero el
resultado final es el mismo: no se siente feliz. Y se pregunta angustiado: ¿Por
qué no consigo ser feliz? Y acaba diciéndose a sí mismo: "Bueno, pues voy
a aparentar ser feliz. Aunque eso suponga vivir mi vida superficialmente…Porque
en el mundo actual no importa lo que somos, solo importa lo que aparentamos ser".
La pregunta que deberíamos
hacernos es: ¿Y quién dice que tengo que ser feliz?
El mercado no puede procurarnos
la felicidad. La felicidad no es un producto. Así que no dejes que te vendan la
moto, porque la felicidad ni se compra, ni se vende.