domingo, 12 de febrero de 2017

Como un perro sin dueño



Rondaba en el callejón, aullando a la luna en alarido sordo. Despeinado, lleno de fango, mordiendo pulgas.

El reflejo del sol en un charco de barro le había deslumbrado. Su silueta se recortaba en huesos fríos. Una sombra alargada como la de los cedros en hilera. Con la espalda arañada por los pinchos del zarzal.

Pedía manos cálidas. Cuerpos que rompieran el silencio con su roce. Bebía ávido el néctar que no saciaba su sed. Era sólo agua salada. El agua dulce se derramo con el cántaro. Aquel que había roto en su insigne estupidez.

Caminaba zigzagueante, desdeñado, perdido. Como un perro sin dueño.

Hacía ya un millón de años de aquella historia, o tal vez sólo habían pasado unos segundos... El tiempo ya no tenía sentido desde entonces.

Se habían encontrado por casualidad. Ella le había mirado a los ojos y le había visto por dentro. Conocía aquellos ojos de antes. De otro tiempo. Puede que de otro universo.

Él la observaba hablar, con los ojos ensoñados. Parecía un trozo de cielo azul. - Mira mis flores, son hermosas - había dicho ella - están llenas de ideas ajenas. ¿Acaso piensas que somos libres? Mira mi cadena invisible - decía mientras reía.

No era una mujer corriente. Era como una figura descompuesta llena de aristas. Dibujada con líneas infantiles. Ingenua. Pintada de grises degradados.
Una Imagen decapada compuesta de filos cortantes. Angulosa, violenta, de belleza subjetiva. Cebolla de mil capas resguardada del frío en lo profundo.
Escondida, disfrazada con máscara de simpleza. Carne humana transformada en trazos. Era inverosímil, solo descifrable en su conjunto. Confusa...Como un cuadro de Juan Gris.

Una loca disfrazada de persona ordinaria. Con una vida ordinaria que además ya tenía dueño.

Pero él también era un loco y todos sabemos que los locos se entienden entre ellos. Aunque fuera una locura...

Ambos habían visto sus infiernos al mirarse y en ese mismo instante se habían encontrado.

Se habían sumergido en páramos de color trigueño, páramos verdes y llenos de amapolas. Conversando en silencio y escuchando la tormenta imperturbables.

Habían caminado por una llanura que parecía sempiterna. Riendo a veces con risa hilarante y otras con sonrisa mesurada. Habían girado como un arrebol de nubes rojas transportadas por el viento. Sintiendo la galaxia inconmensurable sobre sus cabezas. Y en el momento en que habían alzado el vuelo, habían empezado a sentir el vértigo.

Habían disfrazado sus sentimientos de juego, de trivialidad, de intranscendencia.

Se habían amado con las manos vacías, llenas de huecos, corrompidos por caricias prohibidas. Ella le había entregado el cuerpo, los huesos, el corazón,  el alma, pero para él no había sido suficiente.

Cuanto más le amaba ella, más la despreciaba él... y pronto volvieron a convertirse en dos extraños.

Él se perdió en la iridiscencia del cristal de una botella rota. Ella se quemo en la lava efervescente de un volcán dormido.

A veces ella esbozaba una sonrisa con el infierno ardiendo por dentro - Hay historias que no se cuentan...- decía para sí tratando de mantenerse de pie en el abismo.

Luego sacaba su libreta y comenzaba a escribir:

"Hay historias que no se cuentan. Algunas son efímeras aunque no por ello superfluas. Dejan huellas que la marea convierte en surcos.

Hay personas pintadas de colores vivos que se decoloran hasta desaparecer. De fondo acendrado y contenido mondo. Limadas como los cantos de una mesa. Con clavos. Clavadas en cruces que se quitan para ir a dormir.

Disfrazadas de floreros huérfanos de flores. Tocando melodías de sonido melifluo con guitarras sin cuerdas.

Personas de caras sin facciones. De ojos entregados a los cuervos. De manos impolutas y bolsillos ensangrentados. Cadáveres de gesto sonriente. Maniquís de saldo.

Hay personas que son lo que parecen y personas que parecen lo que son.

Hay historias que no se cuentan. Todas se esconden detrás de los muros"

Se desangraba en pedazos de historias. Escribía con el alma, dejando un trozo en cada poema. Le pensaba en cada letra.

A pesar de todo se sentía afortunada. No todo el mundo conoce el amor. Ese que no se puede explicar de forma racional. El que no atiende a motivos, ni razones, que no se sustenta en ningún argumento tangible, ese amor incondicional que simplemente se siente. El amor inevitable. Ese que puede traspasar vidas. El que uno sabe que esta destinado a ser en algún momento.

Habían sido solo dos locos amándose locamente, pero el miedo ganó al amor y lo que pudo haber sido enorme se quedó tan solo en una historia.

Ella aprendió que una sola mirada puede cambiarte la vida en un instante y él siguió vagando, como un perro sin dueño.

 Textos propiedad exclusiva del autor. Todos los derechos reservados


No hay comentarios:

Publicar un comentario